sábado, 15 de diciembre de 2012

Capítulo 3.



Los rayos de sol atraviesan las persianas de la habitación. Me levanto y me meto en la ducha. Me visto con unas sencillas mallas negras, una camiseta de color blanco y unos zapatos llamados ‘’Manoletinas’’.
No me apetece desayunar, por lo que me quedo viendo la televisión, hasta que el tren se para,  en unos minutos Colette y Maisy están llamando a mi puerta para que salga. Cuando las puertas del tren se abren automáticamente las cámaras se me pegan a la cara, los flashes de centenares de cámaras tan grandes como un melón me entrecierran los ojos. Tardamos unos veinte minutos en atravesar la estación de tren. Me montan en un lujoso coche, de color negro y con los cristales tintados, sin embargo, los asientos del interior del automóvil son muy confortables y de color beige. Cuando un señor vestido de verde y azul me abre la puerta veo a donde me han traído, es el Centro de renovación.
En unos minutos me encuentro tumbada en una camilla cómoda y suave. Tres chicas del Capitolio se dirigen a mí con unos guantes y unos uniformes azules. Sus nombres son Trival, Laira y Delia. Al principio me depilan, dejándome con escasos pelos, los de las cejas, y las pestañas, y mi cabello claro, que es lo único que no me pueden tocar. Me echan una espuma arenosa que dicen que sirve para eliminar pieles muertas y algo llamado puntos negros. Continúan con una crema de color amarillo que al principio escuece, luego pica, pero al final resulta aliviador. Terminan echándome un mejunje de color verde pistacho que me elimina unas cuatro capas de piel.
Por fin han acabado; y ahora me encuentro con una simple bata blanca en una sala desierta. La puerta se abre, y es abierta por alguien que creo que es mi estilista.
-Hola Analise, soy Cynthia- Resulta agradable que no tenga ese acento del Capitolio tan exagerado; y al parecer combina bien los colores. Lleva un pantalón de color azul y una blusa blanca a juego con sus zapatos, de maquillaje tan solo lleva una simple sombra de ojos azul cielo.  –Seré tu estilista- deja un rato de hablar y da una vuelta alrededor mio- Como sabes, esta noche son los desfiles, Luky y yo hemos preparado algo especial para esta noche, así que ven, que es hora de empezar a vestirse.
Asiento mientras espero a que vuelva. Cuando regresa la veo con una especie de vestido, o eso parece, tapado con una tela blanca.
Cuando al fin lo tengo puesto me coloco ante un espejo, y veo lo que llevo puesto. Unas mayas negras que me cubren desde la cintura hasta los tobillos, un vestido negro con unos pequeños brillos grises y unos zapatos planos que me cubren los pies. En los bordes y las mangas del vestido hay dibujadas unas pequeñas llamitas. Llevo una trenza de raíz, que recoge mi largo pelo y me llega por debajo del pecho. Me parece algo sencillo, sin más, aunque mejor que el uniforme de minero que suelen llevar todos los tributos el resto de los años.
Ya estoy en un pequeño edificio que en cuanto se abra la puerta, nuestros carros saldrán al centro de la ciudad. Los caballos de nuestros carros son negros como el carbón, Evan lleva algo semejante a lo mio, pero con pantalón y camisa. Evito mirarle a los ojos, la próxima vez que le vea, quiero que sea muerto. Me subo al carro, y como no, el distrito 12 es el ultimo en salir. El carro avanza lentamente, estos caballos están tan bien amaestrados que no necesitan jinete. Cuando la gente me ve empieza a llamarme, al parecer se han molestado en aprender mi nombre, grita y me lanza flores. Y cuando me veo en la pantalla entiendo porque, las llamitas de las mangas y los bordes del vestido se han hecho de verdad, y los pequeños puntitos negros empiezan a brillar como un diamante. El carro se para, y la gente se calla, ni siquiera les he saludado ni sonreído, así que no entiendo porque siguen tan emocionados. La presidenta Rosa se asoma al falco de un casa, que esta justo en frente de la calle. Comienza dando un breve discurso que es obligatorio y continua hablando.
-Espero que estos juegos sean muy emocionantes, y tengo un presentimiento de que serán, muy especiales- Recalca la palabra ‘’muy’’ mirándome a mi, hago una mueca de asco y miro el suelo.
Cuando termina su discurso, el carro avanza de nuevo y nos lleva a la sala de antes. Maisy, Colette y los estilistas están ahí, delante del carro.
-¡Preciosos!- Exclama Maisy ayudándome a bajar del carro- Bueno, ahora, iremos a nuestra planta, cada distrito tiene su planta, y en la planta que hay por debajo del subsuelo realizareis vuestros entrenamientos.
Subimos en el ascensor con los del distrito nueve. Les ignoro y miro por la cristalera del ascensor. El edificio en el que estamos es única y exclusivamente para los tributos, pero es zona de visita en el Capitolio, ya que veo a capitolienses con cámaras de fotos en la entrada del edificio.
En cuanto el ascensor llega a su planta veo el gran sitio donde me alojare estos días. Me señalan mi habitación, cuando entro está todo lleno de lujos que alguien de mi distrito por mucho que se esfuerce no conseguirá en su vida. Las paredes son de azul caribe, hay una gran cama en el centro, alta y con sabanas de seda, una mesita a cada lado de la cama, una alfombra azul de terciopelo y una gran televisión empotrada en una pared, y el baño en frente de la puerta del dormitorio. Encima de la mesita de la izquierda hay un gran menú con todo tipo de comidas y bebidas, y una especie de hueco empotrado por la que sale todo en una bandeja. Me pido un pequeño trozo de estofado con una salsa de color marrón y un vaso de zumo de manzana. Lo como todo tumbada en la cama mientras veo un concurso del Capitolio en el que tienen que responder unas preguntas y a cambio pueden ganar un dinero, como si quisieran mas.
-¿Puedo pasar?- Evan llama a la puerta asomando la cabeza tras esta.
-No- le ignoro y continúo mirando el televisor.
-Vale- Pasa y se sienta al lado mio- Siento mucho lo que paso con Elizabeth, tú hermana, pero no tienes por qué odiarme.
-No, que va- Le miro dejando el plato en la cama- La hiciste mucho daño, ella te quería; y tu te saliste con la tuya, así que ahora pagaras por todo lo que hiciste.
-Mira, yo venia a disculparme, pero ahora ya basta. La única que va a morir aquí eres tú.
-Si, claro. ¡Si tienes un cuerpo de espagueti y eres tan inútil como el Distrito 13!
Ignora mis gritos y sale dando un portazo. Continúo comiendo y me pido más comida, esta vez ya la cena. No pienso cenar con ese chico delante.

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