Me despierto por el
leve grito de mi hermano, al parecer, mi madre esta dispuesta a contarle mas
historias de su antigua vida, me uno a ellos, siempre me encantaron todas las
aventuras que la sucedieron. Esta vez va a contar el día en el que fue enviada a
la arena. No fue su nombre el que salió, fue el de Prim, mi tía. Fue enviada al
Capitolio junto a Peeta Mellark, un chico que vivía en la zona rica del
Distrito 12. El pobre chico murió en el baño de sangre, intentando luchar por
un mísero cuchillo. Mi madre consiguió sobrevivir gracias a que un muto que destrozo
al ultimo rival que quedaba. Cuando regresó al Distrito 12 se trasladó a la
casa de la aldea de los vencedores. Poco después, se casó con Gale Hawthorne,
dos años mayor de ella. Se conocieron en el bosque, intentando sobrevivir tras
la muerte de sus padres, hoy en día, tenemos una vida algo mas fácil, pero mi
padre, Gale, y mi madre, Katniss, siguen yendo al bosque a cazar, según mi
madre es porque si no, no sabrían que hacer con sus vidas. Unos años después, nació mi hermana, Elizabeth;
cuyo nombre proviene de las bayas jugosas que crecen en matorrales conocidas
también como venias. Después nací yo, Analise; nombre de las plantas acuáticas
de los riachuelos. Y por ultimo mi hermano, Mason; cuyo nombre desconozco su
significado u origen. Los tres heredamos sus rasgos, ojos grises, piel
aceitunada y pelo negro.
Hoy es domingo, día
de descanso en Panem, pero hoy no es un domingo de paz precisamente, hoy es el
día de la cosecha. Mi hermana esta algo mas alegre que otros años, es la ultima
vez que su nombre esta en esas urnas, tan solo tiene su nombre un par de veces
mas de lo normal, debido a que tenemos una vida mas sencilla. A mi hermano
todavía le faltan unos años para entrar en la cosecha, concretamente 4. En mi
caso, también hay un par de papeletas mas y aun tengo 15 años, por lo que me
quedan varios. Mi madre me prepara un
vestido blanco, con algunas flores y de volantes, un viejo vestido de mi
hermana, mientras que ella lleva una simple blusa rosada y una falda de flores de
color pastel. A la una en punto nos dirigimos a la plaza. Me registro y me
trasladan a la zona de mi edad. En poco tiempo, la plaza se llena de gente y a
las dos en punto la vivaracha chica del Capitolio, cuyo nombre es Maisy Kledder,
se acerca al micrófono, este año lleva un vestido azul oscuro, una peluca del
color del cielo, y unos zapatos de tacón de la altura de un bolígrafo, junto a
unos tatuajes de flores en los brazos.
-¡Bienvenidos!
¡Bienvenidos! Felices juegos del hambre, y que la suerte este siempre, siempre
de vuestra parte.
Nos muestran un video
sobre los días oscuros en las pantallas que hay colocadas delante del edificio
de Justicia. Acto seguido, se dirige a la urna de las chicas con la frase ‘’Las
damas primero.’’ Rebusca bien en la
urna, removiendo, y vacilando alguna vez. Coge una papeleta del fondo y se
acerca al micrófono. Rezo por intentar que no salga mi nombre, ni el de mi
hermana, pero no tengo tiempo. Ha desdoblado la papeleta y ha pronunciado el
nombre muy rápido.
Es Analise Hawthorne.
Miro a mi alrededor
asustada, las chicas de mi edad empiezan a apartarse hasta abrirme paso, me
desplazo a paso lento, lloraría, pero no me lo puedo permitir, no les dare ese
gusto a mis futuros rivales. Subo las escaleras del escenario y cuando llego
arriba lo veo todo, la gente agacha la cabeza. Nunca fui popular, pero el ser
la hija de una de las ganadoras me hace algo más conocida. Y entonces veo a mi
madre, llorando ya en el hombro de mi padre, mientras mi hermano la agarra del
brazo disgustado. Agacho la cabeza. Este es el fin de mis días, hasta aquí he
llegado. Mi vida era bastante buena como para ser real, se ha acabado, ya me
doy por muerta, soy incapaz de poder ganar. Mi madre intento enseñarme a
utilizar el arco un par de veces, pero intento fallido. He aprendido alguna
táctica para el combate cuerpo a cuerpo, es lo único que se, a parte de
diferenciar algunas bayas y plantas gracias a un delicado libro de mi familia
en el que están descritas y dibujadas una a una con todo detalle. Y entonces cuando levanto la cabeza tras pensar y pensar
veo al chico subiendo al escenario. No me he enterado de que le han nombrado
hasta que le reconozco; es Evan Mitchell. Bueno, ahora se que tengo un rival
indefenso y que estoy deseando deshacerme de el desde hace 4 años. Estuvo
saliendo con mi hermana hasta que le pille besándose con Daley Gustabe, la
chica de la zona rica de la ciudad que ha salido con medio colegio. El le hizo
sufrir a mi hermana, ella estaba enamorada, el pensaba que se iba a salir con
la suya, pero ahora recibirá su merecido. No moriré hasta verle muerto, como
que me llamo Analise.
Unos agentes de la
paz me escoltan hasta el edificio de justicia, concretamente a una amplia sala
con las paredes pintadas de beige, un gran sofá de terciopelo púrpura y una
alfombra de piel beige, a juego con las paredes. Me siento en el sillón
esperando la visita de mis padres, impaciente. El alma se me cae al suelo
cuando les veo entrar, todos disgustados. Mi madre me abraza y se sienta a mi
lado.
-Hija, hablare con
Maisy para intentar ir de mentora.-Hace cinco años que ya no es mentora debido
a que una chica de dieciocho años ganó los juegos, Colette.
-No mamá. No quiero
que piensen que soy una enchufada.
-Esta bien, pero júrame que
llevaras esto en todo momento.-Saca de su bolsillo un pin, un pin de un sinsajo
de oro. Me le coloca en el vestido y me vuelve a abrazar.
Mi padre se despide de mi, junto
a mi hermana y mi hermano, todo son abrazos hasta que uno de los agentes de la
paz dice que el tiempo se ha acabado. Ellos salen y me siento en la butaca,
esperando a que me saquen ya de aquí. Y entonces Maisy entra en la sala.
-Venga vámonos, nos espera un
coche y luego cogeremos el tren, será un viaje largo.
Salgo con ella y vamos al coche,
cuando entro en el coche lo observo todo, nunca había montado en un coche, ni
en un carro, ni nada semejante, aquí se va a cualquier sitio a pie.
Cuando llegamos a la estación,
tengo la sensación de que las cámaras de los periodistas se me pegan a los
parpados, una situación agobiante, demasiado. Y yo que pensaba que la sala del
edificio de justicia era lo mas elegante que iba a ver, hasta que veo el tren.
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